UNA AVENTURA CENTENIAL
MODA #36UNA AVENTURA CENTENIAL
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Cada vez se encuentra más cerca el momento en que el esplendor de la llamada generación millenial se desvanezca. Tras muchos años en los que moda, publicidad, marketing e incluso medidas políticas y económicas se orientaban casi naturalmente hacia este grupo demográfico, son ahora los más jóvenes, la llamada generación Y o generación centenial, los que reivindican su lugar en el mundo. Y no parecen dispuestos a echarse atrás.

No era muy difícil hacerse una idea de lo que implica ser parte de esta nueva generación dorada si uno se encontraba en la sala Mercedes de IFEMA el pasado día 6. Solo hacía falta observar con detenimiento las gradas de invitados para darse cuenta de que algo estaba sucediendo. Un relevo generacional silencioso y discreto, pero rotundo a la vez. Aunque es cierto que la Samsung Ego siempre sirve como plataforma para el cambio y la renovación en el universo de la moda española, esta ocasión la electricidad que siempre reina en el espacio de la pasarela durante el día fue algo diferente. Los más jóvenes cada vez nos implicamos más en el mundo que nos rodea. Nos hacemos más preguntas, y defendemos una parcela de libertades, nuestra parcela de libertades, que últimamente parece encontrarse en continuo asalto por parte de movimientos siniestros que, desde luego, no nos representan. Es natural que, en unos tiempos en los que la individualidad y la estética son valores tan centrales de nuestra sociedad, este sentir colectivo se traslade al lenguaje de la moda.
La jornada comenzó con tres propuestas provenientes de ediciones extranjeras de la Mercedes-Benz Fashion Week. Es de reseñar en primer lugar la incorporación de tecnología audiovisual en moda que realiza la firma Alaska con sus colecciones de complementos que se iluminaban al ritmo de la música e interactúan con los dispositivos del día a día. Si bien es cierto que objetos de semejantes características no son precisamente fáciles de incluir en el juego actual de la moda, resultan una pista acerca de hacia dónde nos dirigimos. Las otras dos propuestas internacionales, Venicew (una propuesta bohemia con toques de anime nostálgico) y Di Petsa (una especie de alegoría de tul y organza), no supieron emocionar al público presente, y pasaron más desapercibidas. Serían los diseñadores patrios, integrantes principales de la pasarela EGO, los que verdaderamente darían lustre a esta esta edición.


El premio al que todo joven diseñador novel aspira, el Mercedes-Benz Fashion Talent , recaería en Dominnico, el alicantino que ha revolucionado la moda a golpe de brillo y exceso. Ya ha conquistado a celebrities como Lady Gaga y ha vestido la gira de Rosalía, así que ha sido casi algo natural y, desde luego, muy merecido, que el jurado se decidiese por él. Sus creaciones tienen, bajo toda la fantasía, el glamour más desafiante y ese atrevimiento total que las caracteriza, un punto subversivo que hipnotiza y conquista. Es el reclamo de una generación que dice: “estamos aquí, miradnos, somos flipantes”. Queremos sentirnos maravillosos mientras trabajamos por mejorar el mundo y conseguir amarlo. Y Dominnico lo consigue de manera magistral. Tanto como su discurso de aceptación, sincero y cercano, que hizo que a más de uno se nos escapara una lagrimita. Su madre, desde el front row, no aguantaba la emoción, y en el fondo creo que todos compartíamos ese orgullo colectivo por el talento debidamente reconocido.
Antes de estos momentos tan emotivos (Dominnico desfiló en penúltimo lugar) el tono general de la pasarela ya había quedado más que claro. Cada cual a su manera, todas las firmas propusieron su estética preferida para las nuevas generaciones. Becomely, fiel a sus referencias más naive y quirky, ofreció esta vez una línea más depurada, que recordaba en ocasiones a algunos mdelos de The 2nd Skin Co., pero con mucho más juego. Siguió Inkrush, la propuesta más racionalista de la edición, que ofreció la seriedad que todos necesitamos, elegante pero en ningún caso aburrida, con prendas muy ponibles que podrían formar parte de cualquier armario, por clásico o vanguardista que este fuese.


Antes del flamante ganador de esta edición, desfilaron Coconutscankill y Wastaholic, y a ritmo del más puro bakalao y el techotrance más hipnótico presentaron propuestas sorprendentemente similares en concepto. La crítica social como bandera, con referencias al fenómeno trash y la “cultura de polígono”, nos hacían reflexionar sobre la brecha generacional que se presenta ante nosotros y amenaza nuestro futuro. Ante nuestros ojos desfilaba una juventud en armas, empoderada utilizando las referencias sociales tradicionalmente más marginales para enfrentarse a un enemigo invisible. El enfado generalizado, sin embargo, parecía más producto de una traición que de un enfrentamiento, y uno se pregunta hasta qué punto está presenciando una metáfora de nuestra situación actual. No deja de resultar curioso, de cualquier manera, que los jóvenes recurramos al pasado para autoempoderarnos y definirnos. Existe una suerte de nostalgia que dice mucho acerca del vacío existencial en el cual parecemos vivir actualmente.
Enmarcada en este vacío que nos invade, la sorprendente última propuesta del día, a cargo de Mariam Gvasalia, nos invitaba a dejarnos llevar a un lugar donde el dolor se sublima a través de colores acuarelados y textiles ligeros. Un trabajo exquisito de retoque y adaptación de imágenes radiológicas se emplazaba sobre prendas de exquisita factura, haciendo que poco a poco el espectador quedase prendado de la colección y de su oscuridad tan elevada. La última imagen que nos queda de la jornada de EGO es la de un abrigo blanco nuclear con la sugerente silueta rojiza de un tórax perfilándose en su espalda. Una metáfora que, en verdad, representa el sentir de muchos de los presentes, por lo vacío y por lo desgarrado, por lo sensible y lo caótico.

Sergio G. del Amo

