UN IMPERIO EN RUINAS
OCIO #28UN IMPERIO EN RUINAS
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Tras el fin de cada conflicto humano y el ocaso de cada imperio, son multitud los lugares que quedan atrás, recordándonos que nada es eterno y que, lo que en un momento puede parecer la verdad más absoluta, puede fácilmente quedar reducido a escombros y polvo. Hoy, visitamos cinco de estos lugares, testigos en este caso del poder total de dos de los regímenes más férreos de la historia: la URSS y el Tercer Reich.

COMPLEJO MILITAR DE WÜNSDORF – WALDSTADT Un Lenin solitario vigila la explanada cubierta de hierba, mientras su gemelo observa severo al visitante desde su pedestal frente al cuartel de oficiales del complejo. Es el último soviético que queda, y solía haber miles de ellos en esta base. Los lugareños aprendieron a llamarla “la ciudad prohibida”. La zona se militarizó en el siglo XIX, y sirvió también como cuartel general de la Wehrmacht del Tercer Reich. Después de la caída del Muro de Berlín en 1989 y la disolución de la URSS, era solo cuestión de tiempo que los soldados rusos fueran llamados a casa. Sin embargo, cuando llegó la orden de retirada, ésta asombró a muchos de sus habitantes, que habían hecho de Wünsdorf su hogar, estableciendo variedad de relaciones con los lugareños. Cuando partieron, después del desfile militar final, dejarían tras de sí un vasto complejo lleno de 98,300 rondas de municiones, 47,000 unidades de intendencia, 29,3 toneladas de proyectiles y basura, productos químicos, aceite usado, pintura vieja… Las tiendas quedaron llenas de aparatos electrónicos y electrodomésticos. Nadie podía llevárselo todo. Incluso las mascotas se quedaron atrás. Hoy, esta ciudad fantasma espera pacientemente a unos habitantes que no llegan nunca.
SANATORIO HOHENLYCHEN Fundado en 1902, el Heilanstalten Hohenlychen fue inicialmente un sanatorio para pacientes de tuberculosis. Las instalaciones constituían una pequeña aldea, con una escuela de horticultura, otra de economía doméstica y piscinas públicas. En 1935, Karl Gebhardt se convirtió en director médico y tornó el complejo en una clínica ortopédica, agregando un ala dedicada a la rehabilitación de lesiones deportivas. Durante la Segunda Guerra Mundial, el conjunto se transformó en un hospital militar. Fue entonces cuando Gebhardt y otros utilizaron a internos del cercano campo de concentración de Ravensbrück para realizar numerosos experimentos quirúrgicos. Aunque esto constituía una violación del juramento hipocrático, Hitler había decretado que era permisible en interés del Reich. Después de la guerra, Gebhardt sería declarado culpable de crímenes de guerra y de lesa humanidad, y fue ahorcado en 1948. En 1945, ya durante la ocupación soviética, gran parte de la infraestructura y equipamiento médico del sanatorio fue destruido, lo que no evitó de nuevo su utilización posterior como un hospital militar para las tropas de la URSS. Desde la retirada de las fuerzas soviéticas en 1993, las instalaciones permanecen en abandono.


HOSPITAL DE BEELITZ En tiempos de la Primera Guerra Mundial, un joven soldado alemán fue internado en el complejo sanitario de Beelitz para recuperarse de las lesiones respiratorias sufridas en la Batalla del Somme. Su nombre era Adolf Hitler. Por entonces, el sanatorio (construido en el siglo XIX y con multitud de edificios y departamentos) era un lugar verdaderamente agradable, construido con ladrillos ocre en medio de un bosque que separaba los diferentes edificios. Los “salones de baños” son, con mucho, los edificios más característicos de Beelitz. Construido principalmente con ladrillos esmaltados color crema y beige, y decorado con ladrillo color rojo brillante, presentan al exterior una apariencia magnífica. Dentro del edificio, donde uno esperaría encontrar espacios funcionales y sin carácter, predomina también una agradable, si bien algo inquietante, estética arquitectónica. La planta baja de esta parte del complejo cuenta con varias zonas de baño, incluida una enorme sala con forma de cúpula que, extrañamente, no contiene nada más que una pequeña piscina en el centro. El primer piso contiene principalmente salas de tratamiento, a excepción de una gran sala polideportiva, cuyo alto techo abovedado se encuentra sostenido por enormes vigas de madera, cada una decorada con hermosas tallas de dragones góticos.
PRISIÓN DE PATAREI A poca distancia del centro de Tallin, la bella capital de Estonia, a las orillas del mar Báltico, se levanta imponente la prisión de Patarei. En origen una fortaleza construida para el zar Nicolás I, fue transformada en prisión de alta seguridad para el KGB y, durante la ocupación nazi, incluso sirvió como confinamiento para unos mil judíos. Tras su clausura en el año 2000, todo se dejó como estaba y, hasta hace poco, el enorme complejo (de unos 17 kilómetros cuadrados) se podía visitar. Las visitas eran, al parecer, largas y desgarradoras, narrando cómo lo fue la vida en Patarei desde justo después de la Primera Guerra Mundial hasta hace solo unos pocos años. Los visitantes podían subir hasta donde permanecían los guardias, vigilando las diminutas celdas, y hojear los libros que los convictos estaban leyendo. Además de las celdas y el hospital de la antigua, húmeda y oscura prisión, Patarei también alberga, curiosamente, una sauna y un bar con vistas al mar. En ocasiones utilizada como lugar para fiestas masivas, la fortaleza de piedra sirve como símbolo de varias eras de la historia de Estonia y de la vida sin libertad.


MONTE BUZLUDZHA Conocido formalmente como la Casa-Monumento del Partido Comunista Búlgaro, el monumento y sala de congresos soviética que se encuentra en lo más alto del pico Buzludzha (1441 metros) parece sacado de una película de ciencia ficción de mediados del siglo pasado. Situada en la vertiente búlgara de los Balcanes, esta estructura onírica, inaugurada en 1981, se asemeja a un gran platillo de hormigón adornado con grandiosos eslóganes comunistas. Abandonado, el sitio se ha convertido en una de las ruinas modernas más famosas del mundo. La sala central, cavernosa y majestuosa, ve su superficie casi completamente cubierta por mosaicos alegóricos, con la hoz y el martillo en lo más alto de la cúpula. Los días de ventisca, la localización parece una imagen de otro mundo. Sin embargo, como símbolo, Buzludzha no se trata de solo un edificio, y su desaparición tiene un significado más profundo del que pudiese parecer. Y es que la estructura se levanta en el punto donde, a finales del siglo XIX, los primeros filósofos socialistas búlgaros se reunían para debatir, plantando la semilla del futuro Partido Comunista de Bulgaria. Este sueño se terminaría en 1989, cuando la derecha tomó el poder en el país, tratando de alejarlo de su pasado socialista. Hoy esta estructura permanece como un melancólico símbolo de la volatilidad del poder.
Sergio García del Amo

