SOBRE EL DISEÑO Y LA MODA
MODA #40SOBRE EL DISEÑO Y LA MODA
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Hablar de la semana de la moda como rutina puede ser, para muchos, pecar de esnobismo. Sin embargo, aunque para la inmensa mayoría de la gente este no parar de desfiles y espíritu festivo no parece ser más que un capricho extraño de unos cuantos iniciados, para los que somos parte de la industria constituye siempre, o al menos esa es mi visión personal, una oportunidad de reflexión sobre nuestra actividad y lo que representa.

Aunque durante esos días señalados uno se siente un verdadero privilegiado por disfrutar en primera línea del trabajo de los nombres ya consolidados de la industria en nuestro país, si lo que queremos es tomar el pulso del estado de la creatividad en nuestro país debemos remitirnos a la última jornada de todo el evento. La plataforma Samsung Ego ofrece cada año una visión global de lo que está por venir, lo que gusta y lo que gustará. No hay una propuesta igual, y esto nos enriquece. Conociendo el ingente trabajo que conlleva llevar una idea hasta la pasarela, resulta difícil tener que escoger y no apreciar todos los proyectos por igual en sus diferentes dimensiones. Además, hay un dilema que se presenta siempre a la hora de emprender en la vida de un creativo y su marca, y es el de elegir otorgarle más valor a su dimensión artística y expresiva o a su dimensión comercial. Esto es algo con lo que hemos de lidiar en prácticamente todas las industrias creativas en diferentes formas y dimensiones.
El concepto contemporáneo de diseño nació precisamente solventando este “problema”, esta necesidad de una interfaz entre el genio creativo humano y las necesidades del mercado, que la industrialización acelerada y el mundo moderno requerían. Tiene el objetivo ambicioso de sublimar la capacidad creativa del ser humano para servir a nuestras necesidades colectivas, combinando estética y función para mejorar nuestras vidas y nuestro entorno. Este cometido lo enarbola orgullosamente el diseño industrial, que definió en gran medida sus implicaciones sin tener demasiado en cuenta su extensión futura a la creación de interiores, elementos gráficos y, cómo no, indumentaria. Aquí es donde entra en juego nuestro trabajo. Y es que quizás hablar de diseño de moda, aunque pueda sonar extraño, no sea tan correcto como hablar de diseño de indumentaria. Este pensamiento me asaltó una vez terminada la jornada, especialmente tras poder apreciar el trabajo de Deyi y la merecida premiada, Fátima Miñana. La apreciación que se hizo del “trabajo fino”, del buen diseño con mayúsculas, de alguna manera me hizo cuestionarme mi percepción y hacia dónde vamos como industria.


Siempre me he preguntado por qué la moda es tan problemática en concepto; por qué la línea entre genialidad creativa e inteligencia comercial nos da tanta guerra. Hay algo en el maremágnum de opciones, entre crear una marca súper comercial o “arriesgarse” con un proyecto ultraconceptual, que hace pensar que el enfoque podría mejorarse. Y es que lo que hacemos, tras los flashes y la mística que nos rodea es, antes que moda, simple y llanamente ropa. Un producto con todas las letras, generado a mayor o menor escala, con unas características u otras, de un coste u otro, pero prendas al fin y al cabo, destinadas a vestir un cuerpo. La actividad de diseño, con toda su perspectiva productiva y empresarial, ha de estar centrada en realizar este cometido de la mejor manera posible, es decir, generar un producto
de calidad, original y que ofrezca un valor claro para la vida del cliente. El teatro, el espectáculo y la fanfarria que normalmente se asocia con el llamado “mundo de la moda” y que nadie sabe definir, ha de quedar en un segundo plano y sólo formar parte, llegado el caso, de la estrategia de comunicación si la marca así lo requiere. No es necesario armar una rave o incendiar un coche para ser un buen diseñador. Las claves del buen diseño, sea de la disciplina que sea, no buscan divertir la vista, sino conmover el alma.
Esta perspectiva no deja de ser, de alguna manera, un retorno a los orígenes, a la creación sin pretensiones, a la transparencia, al fin y al cabo. Es la perspectiva que manejaron aquel día las dos propuestas que ya he mencionado. Fátima Miñana construyó una identidad sólida como los edificios brutalistas que alimentaron su inspiración. A través de formas y siluetas rotundas, con tonos decididamente personales, propuso una colección que respiraba serenidad creativa, ideas claras y sensibilidad entrenada. Entre las costuras de la técnica sartorial que exhibió sobre la pasarela y que dejó a muchos (incluido un servidor) francamente sorprendidos, se intuía un carácter subyacente que cautivó a los asistente y, como no, al jurado. Un carácter que también supo transmitir Deyi, una propuesta a seis manos con clara identidad china y un compromiso por hacer del proceso de diseño y de producción algo verdaderamente humano y que genere un verdadero impacto positivo. Sus prendas desplegaban sobre la pasarela una suerte de encanto milenario y una llamada a una vida más sencilla, aligerada de todos los lastres de la vida frenética, respetuosa con nuestros orígenes y nuestro planeta. Ambas propuestas huyeron del ruido, ofreciendo un espectáculo del saber hacer y el buen diseño.

El papel del diseño de moda en nuestro panorama actual está en alza, y su renovada revalorización como verdadero atractivo de la industria y parte central de la cadena de valor del producto prometen un futuro alejado del ruido y el consumismo, enfocado hacia la responsabilidad, la sensibilidad y las buenas prácticas. Es tarea de los recién llegados hacer de esta aún esperanza una verdadera realidad, por el bien de todos.
Sergio G. del Amo

