EL RASTRO EN LA ESCULTURA
Arte#12EL RASTRO EN LA ESCULTURA
Escribe y pulsa intro

Esculturas que interactúan con el entorno, que forman parte de él. El tiempo, la Tierra, el movimiento. Un «todo» creativo que deja el rastro que define uno de los muchos caminos del arte.

«El arte también vive. Su entorno lo modifica, el tiempo hace lo que mejor sabe hacer. Pasar, y dejar huella». Joaquín Jara es un artista multidisciplinar que ve en los procesos de creación la propia obra, por el diálogo que se genera entre la materia, el tiempo, la pulsión creativa y el espacio.
De tiempo, de cambio y del movimiento para que todo suceda, de la transformación y el proceso vamos a reflexionar a lo largo de este artículo.
Joaquín Jara con su intervención ‘Verticalidad y Horizontalidad’, instalada en una alberca de riego abandonada deja dos esculturas expuestas al entorno natural y documenta todo el proceso iniciado en 2004 hasta su caída e integración total con el paisaje.
«Ir a la naturaleza y seleccionar una zona del paisaje, construir en relación a ese lugar un simulacro humano para dejarlo una vez finalizado en ese entorno. Dejar aparecer la entidad que hace posible el diálogo entre la obra y el autor. Que el objeto creado se convierta en sujeto y cambie. Supuestamente siempre es la misma, aunque la yerba haya vuelto a brotar o pueda tener una nueva fisura. Parece mostrar en cada momento un nuevo estado, una respuesta al lugar que ocupa. La identidad es un intervalo del cambio, una sucesión de concreciones, una tregua en la mirada. Todas las formas del movimiento se suceden de una manera casi imperceptible. Las pequeñas cosas son presagios de lo que devendrá a mayor escala».


Hablamos de interacción de la obra con el entorno y de su creador como artífice del proceso, pero la obra de Ana Mendieta remite más aún a una relación física con la Tierra. Esta artista de origen cubano pero afincada en EE.UU, realizó entre 1973 y 1980 la serie ‘Siluetas’. Imprimió su cuerpo en barro, arena y hierba dentro de una idea autobiográfica que alude al feminismo, a la vida, a la muerte y a la pertenencia, experimentando tanto dentro del Body Art y la Performance como en el Land Art.
Siluetas en la arena, esculturas efímeras que son pedazos de unas vivencias, de un pensamiento. Conexión espiritual en forma de huellas palpables que recorren toda la trayectoria de esta artista que acabó lanzándose por la ventana de su apartamento para dejar la última huella sobre el pavimento.



Obras autobiográficas, obras que mutan y permanecen, que el tiempo enriquece y transforma. La máquina como metáfora de ese tiempo en continuo movimiento es ‘Le Cyclop‘ de Jean Tinguely y Niki de Saint Phalle, en medio del bosque de Fontainebleau. El enorme monstruo de un solo ojo realizado por la pareja contó con la intervención de varios artistas y el permiso del gobierno francés para su ubicación. En los años 60 el movimiento se vuelve algo autónomo y tema central en la obra de Tinguely, realizando esculturas con mecanismos que generan un movimiento continuo que remite al paso del tiempo y la construcción de varias fuentes con el agua como metáfora del fluir, de hecho, de la boca del Cíclope emana agua.
La cara visible de esta complicada maquinaria de pasarelas, balcones, escaleras, engranajes y poleas está compuesta por pedacitos de cristal que nos hacen acordar a ‘Il Giardino dei Tarocchi‘ con las grandiosas esculturas coloreadas de Niki de Saint Phalle. Es innegable la influencia que tuvo en esta pareja los viajes realizados para conocer la obra de Gaudi, Le Palais Idéal de Ferdinand Cheval o Las Torres Watts de Simon Rodia.
Pulsión creativa que brota de la individualidad y las experiencias personales. El orden visual del arte contemporáneo lleva años expandiéndose, multiplicándose y descentralizándose. El arte fluye, se mueve y transforma en el gesto de cada artista.
Silvia Pino

