MALASIA Y SINGAPUR
OCIO #40MALASIA Y SINGAPUR
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El sudeste asiático está de moda desde hace algunos años. Tailandia ya sobrepasada de turismo, parece que no le queda mucho territorio virgen que no haya sido arrasado por el viajero internacional.

En cambio parece que Malasia a priori no es de los destinos más populares de todo aquel territorio. Una península situada con línea fronteriza con Tailandia, y vecina de las múltiples islas indonesias, resulta un lugar exótico y que no tiene nada que envidiar a esos otros dos países.
Nuestra parada en la capital, Kuala Lumpur, fue más bien breve. Pisamos la capital malaya, solo para coger otro avión que nos llevaría a Singapur. El itinerario nos llevaba a conocer ese pequeño país que resulta ser una ciudad-estado en sí misma, pero geográficamente pegada a Malasia, muy diferente a su país vecino en muchos sentidos.
Independizada de Malasia de 1965, esta república prosperó muy rápidamente convirtiéndose en uno de centros financieros más importantes, y el segundo puerto con más movimiento mercantil en toda Asia. Impresiona encontrar una ciudad tan limpia, ordenada, y tranquila, al lado de un país tan caótico y lleno de contrastes como Malasia. Es un país donde viven cuatro millones de extranjeros, y en el que se hablan cuatro idiomas oficiales.
Singapur tiene una estética muy futurista, y posee uno de los edificios más impresionantes y curiosos que yo haya visto. Como si se tratara de una barcaza colocada sobre tres pilares gigantescos, se encuentra dentro de un complejo comercial el Marina Bay Sands. Se trata de un hotel de lujo que además alberga uno de los mayores casinos del mundo. Además se comunica con un gran centro comercial situado a sus pies. Teníamos muchas ganas de subir a la azotea de aquel edificio tan aparatosa. Allí nos encontramos una terraza llena de expatriados, disfrutando de las vistas con sus caros cocktails en la mano.
Desde allí mismo se llegaba a ver un maravilloso jardín botánico llamado Gardens By the Bay. La mayor atracción de este parque son sus súper árboles artificiales, construidos en acero, y rodeados de plantas que al llegar la noche se iluminan y en los que diariamente realizan juegos de luces y música para disfrute de todos. Singapur es lugar de negocio, en que se respira mucha seguridad, aunque también una ciudad muy pensada para el entretenimiento de los turistas, y de sus habitantes.


Para no perder demasiado tiempo en el trayecto de vuelta a Malasia, cogimos una avioneta para nuestro siguiente destino: George Town. Siendo la religión oficial el islam, no es raro encontrarse con gran cantidad de mezquitas en cada ciudad que se visita. Algunas de ellas se pueden visitar, y las mujeres tuvimos que taparnos piernas y hombros para poder entrar. Si llevabas contigo algo para taparte, justo a las puertas tenían colocado un tenderete con todo tipo de fulares y pañuelos. Todo listo para las necesidades del turista. Existe una gran comunidad india que fue traída en siglos anteriores por los colonos británicos para trabajar en los campos de té, y que ya lleva habitando Malasia desde varias generaciones.
George town está situada en la región de Penang. Caminar por esta ciudad es encontrarse con un movimiento de arte urbano que contrasta con la estética tan tradicional de la arquitectura china y malaya. Nos hicimos con una ruta de arte en la ciudad, y fue toda una experiencia recorrer callejones y lugares abandonados, adornados por precisos dibujos y murales.
Sabíamos que no podíamos perdernos la visita al parque natural Taman Negara, el bosque primario más antiguo del mundo. Situado en la parte central del país donde también se encuentran los famosos campos de té, llegamos hasta allí después de unas cuantas horas en un bus. Una vez llegamos a las Cameron Highlands, nos alojamos en unas casitas adosadas en el pueblo Tanah Rata, muy cercano a todo el recorrido que queríamos realizar por toda esa zona central de la península.
Contratamos un chófer que nos hizo un recorrido por los extensísimos campos de té. La planta de té es de un verde intenso que tiñe todo el valle de un color espectacular. Visitamos una de las empresas que trabajan el té, y por supuesto no pudimos evitar comprar regalos y recuerdos de té, como todo turista que haya pasado por allí.


Nos adentramos ahora en la Taman Negara. El chófer nos dejó en el aparcamiento, y de ahí tuvimos varias horas para caminar y realizar alguna pequeña ruta a través de la frondosidad de aquella selva. Nos contaron que ahí habitan cientos de especies de animales y aves, ya que al ser un bosque primario, no ha habido nunca ninguna alteración en su ecosistema, motivo por el cual las especies nunca han tenido que adaptarse o huír. Me impresionó el aire tan puro que se respira en aquel lugar, y la vida que irradiaba todo el bosque.
Nos quedaba la joya de la corona del viaje: las islas Perhentian. Nos las habían definido como unas islas paradisíacas, y no se equivocaban… Cogimos una lancha que nos llevó hasta la isla. Desde lejos podía apreciarse lo especial que era este lugar. Montañas cubiertas por una espesa vegetación, en la que solo se podían ver un pequeño número de casas apartamento asomando entre las palmeras, ya que estas islas permanecían relativamente ajenas a las enormes oleadas de turistas de estos años.
Disfrutamos de unos fantásticos días de sol, playa, snorkel, y nado en aquel lugar. Los taxi boats te esperaban en la orilla para llevarte en cualquier momento a cualquier cala o playa que se encontraba en otros lados de la isla. Lo cierto es que daba igual dónde fueras, porque aquel sueño no querías que se acabara nunca.
Pero desafortunadamente llegaba el momento de volver a la capital para coger el vuelo de vuelta a Madrid. Sabíamos que Kuala Lumpur no era demasiado interesante de ver, por lo que decidimos alquilar un apartamento con piscina en la azotea, y disfrutar de las vistas con las Torres Petronas de fondo, mientras nos bañábamos en un piso 36 en nuestro último día.
Así acabó nuestra aventura en Malasia, donde tomamos mucho té, comimos mucha comida india, y nos relajamos al sol ajenas del resto del mundo. Fue un destino de desconexión, y muy aconsejable para los amantes de la naturaleza.

Texto y Fotografía: Silvia Castillo

