La máscara la nueva normalidad
MODA #44La máscara la nueva normalidad
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El año que estamos a punto de dejar: el jodido 2020, nos ha traído muchas cosas malas. Muchos momentos en los que nos gustaría dormirnos y no despertar hasta finales de enero de 2021. La nueva normalidad nos ha impuesto costumbres y formas de vida abandonadas hace ya más de cincuenta años. Una de ellas es el uso de la mascarilla, olvidada desde la segunda guerra mundial.

La mascarilla no es más que un utensilio de protección contra los virus o bacterias que viven en el aire que respiramos. Ya provengan del medio ambiente o de las sucias vías respiratorias del que está frente a nosotros. No estábamos acostumbrados a ellas. De hecho, era gracioso cuando entrábamos en zonas de hospitales o pabellones y nos obligaban a ponérnosla. Nos mirábamos con ojos sonrientes pensando en el disfraz que nos habían colocado. Hoy ya no es un disfraz. Forma parte de nuestro atuendo diario y nos hemos acostumbrado a ellas en un tiempo récord. No negareis que, a menos que viváis en un apacible pueblo de provincia, si salís a la calle y no la lleváis, vais desnudos. Todo el mundo te observa, te rechaza, mira con altanería tu osadía y falta de respeto por el prójimo. Sencillamente es ya una prenda imprescindible e inevitable.
Las grandes y pequeñas marcas de todo el mundo han implantado este accesorio a sus listas de imprescindibles. Son combinadas con los demás accesorios de manera, para mi gusto, excesivamente kitsch, repelente y hortera. A juego con diademas, pendientes, pinzas de flores; de materiales orgánicos, biodegradables, sintéticos; con multitud de estampados, bordados, texturas y un largo etcétera, hacen que todos hayamos caído en las redes del consumo desmedido de un producto que nos han obligado a llevar ya sea por seguridad o por salud pública. Y es que, preguntando a tu alrededor, vamos acumulándolas poco a poco según se nos van ofreciendo: una para ir arreglado, otra para el trabajo, otra para el gimnasio, la FFP2 por si tengo que ir a un sitio dónde vive el Covid en el aire… Al final son miles y lo único que consiguen es hacernos más sordos y menos habladores. No teníamos suficiente con el móvil: ahora la mascarilla elimina la comunicación entre nosotros de forma letal.


Pero vamos a mirar el lado bueno (siempre hay uno, la verdad). Gracias a la aparición de este nuevo complemento muchas pequeñas empresas que adelantaban su cierre por falta de ventas o simplemente por cese de negocio, hoy tienen un nicho de mercado que puede explotar al máximo. Incluso pequeños diseñadores que veían imposible colocarse en el intrincado mercado de la moda, ahora disfrutan de ventas en masa gracias a la desorbitada demanda de nuestra nueva mejor amiga. No solo por las mascarillas, sino además por los complementos que ellas mismas han generado: las cajitas para guardarlas y no apoyarlas en las mesas o llevarlas en el codo o las cadenas de abuela (esas que servían a las abuelitas para no perder las gafas y llevarlas colgadas en el pecho) que son ya lo último de lo último en tendencia.
No podemos evitarlo. El capitalismo nos atrapa y el consumismo nos delata. De todo aquello que nos pase crearemos un mercado al que sacar provecho. Enriquecerse a costa de la desgracia ya no es solo para las grandes firmas.
Atalanta Arés

