ISLANDIA
OCIO #38ISLANDIA
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Cuando los vikingos pisaron costas islandesas, no me resulta raro que ya no quisieran irse de allí. Tampoco me resulta extraño que creyeran que era tierra de dioses. La belleza y majestuosidad de esos paisajes es difícil de encontrar en otros lugares.

Llevaba una mochila que tendría que ser suficiente para rodear en tres semanas la isla. Lo imprescindible: ropa impermeable y de montaña. Sabía que era un lugar húmedo y frío, y que el viento puede llegar a ser el gran protagonista del día.
La carretera principal que se coge desde el aeropuerto de la capital, se abre paso entre campos de lava con miles de años de antigüedad. Decidimos recorrer la isla en sentido contrario a la agujas del reloj, esto es, comenzando por el sur hacia el este. Éramos conscientes de lo que nos íbamos a encontrar los próximos días, de alguna manera nos cambiaría.
La parte sur de Islandia es la zona con más riqueza natural y variada, y quizás por este motivo la más turística, ya que el resto de la isla carece apenas de ella. La mayor parte son turistas asiáticos, que acabas encontrándote una y otra vez en los lugares más emblemáticos del “Círculo Dorado” para hacerse la mejor foto debajo de una de las cascadas más famosas, esperaban pacientes a que el gran Géiser escupiera su agua hirviendo para captar detrás de sus trípodes ese espectáculo natural, y se aventuraban a llegar hasta el borde de un cráter para disfrutar de las vistas.
Era octubre y aún no habían comenzado las nevadas, por lo que las carreteras que se dirigen hacia el interior de la isla aún estaban abiertas. ¡Suerte para nosotros!, que pudimos recorrer kilómetros de caminos de gravilla y tierra, y así poder acceder a lugares aún más remotos que te transportan a tiempos primitivos antes de que el hombre pisara por primera vez aquella isla.


Siendo un país de paisajes tan radicalmente diferentes con tan solo recorrer unos kilómetros de distancia, ansiábamos conocer la zona más volcánica y salvaje que se encuentra en el centro de Islandia. Contratamos una excursión que nos llevó hasta Askja, unos de los cráteres más antiguos e importantes de todo Islandia situado en las Tierras Altas.
Después de atravesar durante más de una hora terreno casi marciano a bordo de una súper jeep con ruedas que casi podrían pertenecer a un tractor, llegamos a un camino que tendríamos que recorrer a pie durante 40 minutos hasta llegar al gran cráter. Aquel día el viento soplaba especialmente fuerte, lo que hizo que el paseo estuviera acompañado de micro tormentas de arena, y luchas constantes por poder avanzar contra el viento por aquel terreno árido de tierra de tonos rojizos. Pero como ocurre siempre en ese país, nada defrauda. Las vistas al interior del cráter, y la perpetua agua que se encuentra en su interior, te ponen los pelos de punta.
Aún nos quedaba por visitar una de las joyas de la corona de Islandia: Vatnajökull. Se trata del glaciar más grande de Europa. Sus lenguas de hielo asoman entre las montañas que rodean al gran glaciar que abarca unos 8 mil kilómetros cuadrados. Si te puedes acercar los suficiente, es muy fácil poder escuchar cómo cruje generando un estruendo enorme. Cogimos nuestros crampones e hicimos una ruta por encima del glaciar. Es toda una experiencia caminar sobre el hielo. Fueron imprescindibles las gafas de sol. Aquel día el sol salió con fuerza y cegaba con facilidad, lo que no impidió que pasáramos unas horas subiendo y bajando las maravillosas crestas de hielo del glaciar.
Nos habían hablado de la espectacularidad de los fiordos, tanto del este como del oeste. Desde luego superó mis expectativas. La carretera bordea cada uno de ellos, haciendo zig-zag por toda la costa de la isla. Paisajes impresionantes, con pequeñas aldeas pesqueras a sus pies que te invitan a quedarte más tiempo disfrutando de las vistas.

Sin duda alguna Islandia ha sido el país más maravilloso que he visitado. Parece que el mundo se creó en aquel lugar. Glaciares, volcanes, cascadas, géisers… Es un país que te llena el espíritu de cosas bonitas. Salvaje pero amable. Esperando a ser descubierto. Acabo de regresar y ya quiero volver.
Texto y Fotografía: Silvia Castillo

