HISTORIA DEL NEGRO
MODA #46HISTORIA DEL NEGRO
Escribe y pulsa intro

Cuando el movimiento Time’s Up alentó a todas las actrices y actores a unirse estilísticamente en solidaridad contra el acoso sexual en Hollywood, el color elegido, de entre los miles posibles, fue el negro. Aunque nada en este tono remita inherentemente a la protesta, ningún otro es tan eficaz transmitiendo mensajes. El negro tiene un poder innegable.

El negro no es exactamente un color; es lo que vemos cuando un objeto absorbe todas las longitudes de onda visibles, colocándolo en una categoría en sí mismo. Su singular oscuridad tiene una potencia visual única, y su adaptabilidad lo ha abierto durante mucho tiempo a la interpretación de los numerosos grupos que la han adoptado. El negro connota la seriedad y diligencia de las órdenes religiosas. Puede ser siniestro o rebelde, como las capas negras de las brujas o las chaquetas de cuero negro que usan las bandas de moteros. En muchas culturas, es el color del duelo. Puede ser al mismo tiempo el epítome de la elegancia y la sofisticación, y el culmen del erotismo. Todas estas cualidades han dado al negro una posición distintiva en la moda que ningún otro tono disfruta. El “little red dress” no es famoso. La “corbata amarilla” tampoco.
Entre la infinita variedad de colores y combinaciones disponibles en moda, el negro es una opción siempre popular. De media un 38 ́5 por ciento de todas las prendas vendidas son negras, en interesante comparativa con el blanco, con “tan solo” un 10 ́2 por ciento, y su popularidad sigue aumentando. Las marcas lo utilizan para afianzar la longevidad de sus gamas y atraer a una base de clientes más amplia. Funciona con todos los tonos de piel, favorece a todos los tipos de cuerpo, y generalmente es una opción segura para comprar, porque incluso si la demanda disminuye, nunca pasa de moda.


No hay un comienzo oficial para la popularidad moderna del negro en la moda femenina occidental. Históricamente ha sido un significante de dolor, que se remonta a los antiguos griegos. Pero también ha sido muy codiciado por su apariencia. En su libro The Story of Black, el crítico John Harvey señala que, aunque los romanos principalmente teñían la ropa de negro para el luto, hay indicios de que la apreciaban por su estilo. En el siglo XVI, se puso de moda la ropa negra, entonces notoriamente cara por los costes del pigmento y el tintado, entre las élites europeas, desde la nobleza española en el sur hasta los comerciantes holandeses en el norte. En las mentes de todos está el negro riguroso de la corte hispánica, ligado a la mística católica y una grandeza imperial que, oscurantista o no, aún sigue marcando tendencia.
Un punto de inflexión conveniente en el reinado más reciente del negro llegó en 1926, con la presentación del famoso “Little black dress” de Chanel. Justo antes de ese período, el negro era el color estándar del uniforme del servicio doméstico y las trabajadoras de los grandes almacenes. Las normas sociales, sin embargo, estaban perdiendo sus atavíos de formalidad. La ropa deportiva estaba comenzando a aceptarse, y los dobladillos subían más y más, a medida que las mujeres más jóvenes se alejaban de las épocas de vestidos lujosos y restrictivos. Poco a poco las clases altas se apropiaron del estilo sencillo y moderno de las clases populares. A principios de la década de 1900, las mujeres de la alta sociedad que querían parecer especialmente jóvenes y atrevidas se ponían pequeños vestidos negros. Cuando Vogue exhibió un boceto del sencillo y práctico vestido negro de Chanel en su portada en 1926, llamándolo “El Ford” del armario femenino, oficializó una nueva era en la ropa de mujer. También promocionó el negro como símbolo de inteligencia, elegancia y atractivo.


Además de la moda, el negro tenía otra fuerza poderosa que lo ayudaba a destacar: el cine. El otro gran promotor del Little Black Dress fue la cámara cinematográfica. Un nuevo mundo de entretenimiento, romance y estrellas se estaba abriendo a un público ansioso por la fantasía. El efecto del negro en el ojo le confiere un atractivo visual irresistible. Un vestido negro parece hacer el cuerpo más ordenado y más pequeño y unificar las partes. Dado que muchos cuerpos no son delgados y carecen de perfecta armonía o coordinación absoluta, éste puede ayudar a darles ese parecido con una limusina tan deseable en el clima actual de la moda. El negro tiene, además, una tendencia notable a ser distintivo sin eclipsar al usuario, en cierto sentido amplificando a la persona. Hay una escena en Anna Karenina, cuando la protagonista asiste a un baile, donde Tolstoi describe a otra mujer, Kitty, haciendo comentarios sobre su vestido negro. Se da cuenta de que Anna no podría haberse puesto de color lila; era más atractiva cuando su atuendo no la eclipsaba. «Y el vestido negro con lujosos encajes no se vio en ella», escribió Tolstoi, «era solo un marco, y solo ella fue vista».
Si bien no es exactamente análogo, un estudio reciente de aves del paraíso machos revela un poder intrigantemente similar en su plumaje negro. Las aves son bien conocidas por su danza de cortejo, pero, según los investigadores, en realidad es su color lo que determina su éxito en el apareamiento. Las aves, en su mayoría negras, levantan sus alas para formar un campo que absorbe la luz, lo que hace que sus otros colores parezcan aún más brillantes. La yuxtaposición del negro más oscuro y los colores crea para los ojos de las aves y los humanos lo que es esencialmente una ilusión óptica evolucionada. El negro nos hace brillar.
En los hombres, el negro a menudo se considera digno y equilibrado. En su Libro del Cortesano, una especie de guía de la vida en las cortes aristocráticas de la Italia del Renacimiento, el Conde Baldassare Castiglione afirma que el negro es el color preferido de un hombre. Lo cierto es que el negro ha sido el estándar para la ropa de noche masculina desde la década de 1810, en gran parte gracias a la defensa de Beau Brummell, ampliamente considerado el inventor del traje moderno para hombres y una especie de padre fundador de la moda masculina contemporánea.


En los hombres, el negro a menudo se considera digno y equilibrado. En su Libro del Cortesano, una especie de guía de la vida en las cortes aristocráticas de la Italia del Renacimiento, el Conde Baldassare Castiglione afirma que el negro es el color preferido de un hombre. Lo cierto es que el negro ha sido el estándar para la ropa de noche masculina desde la década de 1810, en gran parte gracias a la defensa de Beau Brummell, ampliamente considerado el inventor del traje moderno para hombres y una especie de padre fundador de la moda masculina contemporánea.
En las décadas transcurridas desde que el icónico vestidito negro de Chanel adornó la portada de Vogue, numerosos diseñadores han adoptado y elevado el negro para sus propios fines. Cristóbal Balenciaga lo utilizó para sus elegantes siluetas arquitectónicas, e Yves Saint Laurent para su andrógino esmoquin de mujer. En la segunda mitad del siglo XX, sin embargo, se vinculó estrechamente con los grupos marginales y la rebelión. Los ciclistas y los beatniks se vistieron de negro. Luego, la ola de diseño japonés de Issey Miyake, Yohji Yamamoto y Rei Kawakubo de Comme des Garçons convertiría los looks en negro en una nueva forma de arte. La periodista de moda Suzy Menkes le preguntó a Yamamoto qué había detrás de su conocida predilección por el negro en una entrevista del año 2000 para el International Herald Tribune. La respuesta de Yamamoto evidentemente ha resumido tan bien los sentimientos de los devotos negros que ha circulado durante algún tiempo en redes sociales como Tumblr e Instagram. «El negro es modesto y arrogante al mismo tiempo», dijo. “El negro es perezoso y fácil, pero misterioso. El negro puede tragar la luz o hacer que las cosas se vean nítidas. Pero sobre todo el negro dice esto: ‘¡No te molesto, no me molestes a mí!’ ”


Dada la adaptabilidad y el atractivo de este color no-color, no es de extrañar que siga siendo una opción popular para todo tipo de estilos en la actualidad. Los diseñadores de moda masculina artesanal lo utilizan para sus exquisitas chaquetas de cuero. Diseñadores como Ann Demeulemeester se han inclinado hacia su romanticismo, otros como Olivier Rousteing de Balmain por su elegancia. Los niños góticos combinan su ropa con su rimmel negro tan fácilmente como los miembros de la alta sociedad se visten de negro para acudir a un cóctel nocturno. Todo indica que continuaremos enarbolando la bandera oscura muchos años más.


Sergio G. del Amo