GESTO Y DESEO
ARTE #43GESTO Y DESEO
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Situados en un entorno en crisis y reconstrucción de paradigmas sociales, nos encontramos posicionando el cuerpo en primer plano, la imposibilidad de un contacto normalizado ha reconducido nuestra visibilidad hacia una metáfora relacional en la que bailamos en nuestras pantallas, reproducimos acciones y repetimos unas tras otras las mismas secuencias. Nuestros hogares ya no son meros recipientes de convivencia si no el decorado del espectáculo del que formamos parte.

Pose frente a cámara con mirada desafiante.
Movimiento de cintura.
Contoneo sugerente.
Caderas al suelo.
Las manos niegan algún tipo de situación de índole amorosa a unos 100 BPM.
De nuevo, caderas al suelo y en este momento, agujetas in extremis.
Shorts a la altura de la axila, deseosos de no ser lavados a mas de 30°c si quieren seguir siendo partícipes de sus 15 segundos de fama diaria, unos segundos clave en el nuevo paradigma de un mundo que no se toca pero se perrea mientras Tinder arde entre mascarillas y sexting.
Embutida y despampanante me presento como una cineasta patrocinada por un Huawei de tercera mano, pantalla craquelada incluida, cineasta que se mira, se construye y se comparte. Me sitúo frente a la fragilidad de unos cuerpos reformulados en base a un nuevo contexto global, cuerpos convertidos en agentes tóxicos que lidian con sus caderas oxidadas, encontrando en esos 15 segundos de movimiento, un lugar donde recordar la función de nuestras articulaciones. Performers de la era digital (tiktokers profesionales), que muestran cuerpos lujuriosos, exuberantes y perfectamente iluminados. En pijama y con highlighter.


Esta reconstrucción del cuerpo propone su gestualidad como centro y de nuevo lo colectivo para contextualizar nuestras distancias y nuestros anhelos. Pequeñas dosis de acciones irrelevantes que hablan desde una cotidianidad que oscila entre un tono costumbrista y de peli de acción de telecinco, un escenario capaz de narrar el microrrelato construido a través de los cuerpos presentes y vivos como protagonistas. Tras horas de grabaciones seccionadas en pequeños clips, tenemos la síntesis perfecta con la que hacer sentir nuestra presencia, logrando captar la tan ansiada atención mediática con la mecánica que precede a un ataque epiléptico.
A veces con cierta gracia, todo hay que decirlo.
La imagen estática, la imagen postal y la cámara frontal se han abierto camino a un análisis de la gestualidad facial mediante la mimesis con la pantalla. Cuerpos at home, moviéndose, convulsionando, mirándose a sí mismos en un ejercicio de autoreconocimiento, de ensayo y error. Y al fin, el movimiento perfecto tras horas de ensayo.
Muecas, ritmos, repeticiones. Una imagen ya no es suficiente pudiendo aglutinar 24 fotógrafas en un segundo, segundo tras segundo. Sedientos de mostrarnos al mundo, cuánto más y más corto mejor. La generación de la eficiencia podríamos llamarla, el menos es más del que tanto nos hablaron en las escuelas quedó relegado a un universo de minimalismo estético en el que no tienen cabida kilométricas uñas de gel decoradas con alta orfebrería, el barroco urbano ha llegado para quedarse con breves segundos de nalgas en movimiento que dictan sentencia.


Deseo y culpabilidad se condenan ante una flacidez presa de un exorcismo demasiado breve. Movimiento como acto subversivo ante una quietud cuasi eclesiástica que buscó imponerse y sucumbió a la lujuria del movimiento de nuestra propia piel.
Carne
Cuerpo
Nalgas
Mirar nuestros propios ojos
Reconocernos
Sudoración expuesta en la lucha por tocarnos en un espacio que nos presentan como propio y se aleja de la carne apretada por km recorridos en culos que ya recordamos lejanos.
Esa carne que se mueve entre espacios opacos y translúcidos, los miedos y desarraigos es algo que de un modo más tangible nos presenta Javier Chozas en un espacio en el que nos podemos tocar, tomar riesgos. Un lugar para recorrer y contemplar accionando la mecánica con la que desentumecemos los músculos y de repente nos volvemos mortales. Caminamos (también podemos bailar ya que es el nuevo hype) entre materiales que sí que invitan a ser tocados, que traspasan el umbral del miedo para sentarse frente a ti y mostrar el cuerpo fragmentado, que se rompe y se disgrega, que invita al movimiento desde su quietud. Una piel construida.
El culo que salió del ensayo de la sala de estar camina paso tras paso, sintiendo la tonificación del músculo para entrar en el espacio de La Fragua en Tabacalera, sentir la humedad y pararse a disfrutar de ese banquete caníbal en el que nos encontramos.


Caminar espontáneamente sienta bien cuando te adentras en un cuerpo descompuesto y abierto, líquidos fluyen por materiales translúcidos en un festín que dejó los movimientos de tik tok presos de la santísima trinidad.
Los segundos se convierten en largos minutos y horas si uno los quiere. El movimiento y la contemplación ahora nos mira directamente a los ojos, sin pantallas, sin aditivos, conservantes ni colorantes.
Y con el culo tonificado, y el baile aprendido, regresamos al salón de casa a deliberar cuánto perreo necesitamos para volver acercarnos a nosotros mismos.

