Edward James
Arte#4, Número 4Edward James
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Hay por todo el mundo una serie de construcciones que fluctúan entre lo arquitectónico y lo escultórico, en el límite del arte formal, sin posibilidad de encuadre y contención en un estilo concreto. A menudo son fruto del capricho, la fantasía y el sueño de materializarlas de hombres de edad madura, con o sin medios económicos, versados en el arte y la cultura o todo lo contrario.

Varios libros recopilan estas obras, algunas monumentales, como es el caso de ‘Le palais idéal du facteur Cheval’, pero no hay acuerdo en la terminología.

Algunos autores las definen como arte fantástico, raw art, arte marginal, arte folklórico y quizá la definición más aclaratoria es la de Juan Antonio Ramírez en su libro ‘Escultecturas margivagantes’.
Rescata la definición de Art Brut de Jean Dubuffet: «producciones de toda clase que presentan un carácter espontáneo y fuertemente inventivo, deudores en el menor grado posible del arte habitual o de los tópicos culturales». No es que se ciña fielmente al perfil, pero resulta evocadora.

Lo más fascinante de estas construcciones es su inutilidad funcional, en muchos de los casos. El concepto de reciclaje en otros o la idea de obra faraónica sin fin, siempre en proceso, que sólo se concluye con la desaparición de su artífice.

Edward James cumple esta última característica. Poeta culto y de familia adinerada, mecenas del Surrealismo, financió proyectos de Dalí y tuvo mucha relación con Magritte. Al estallar La Segunda Guerra Mundial marcha a Estados Unidos y viaja también a México con la idea de hacer un gran jardín donde plantar orquídeas.
Adquiere 40 hectáreas de selva en Xilitla y Las Pozas será su gran proyecto desde 1947 hasta su muerte en 1984.
En un primer momento Edward James mantiene la idea primigenia de gran jardín botánico que se vio frustrada tras una nevada inesperada e inusual.
Después, decidió construir un gran zoo y en los años setenta dará un giro a la construcción para plasmar en Las Pozas su mundo personal, que se inicia con el Puente de la Flor de Lis que separa la zona de los animales de esta parte privada en la que sólo Plutarco Gastelum (que fue a la persona que contrató de guía a su llegada a México) y unos pocos obreros, tenían acceso.


La primera construcción fue lo que se ha llamado el ‘Cinematógrafo’. A esta primera fase de «zoo» corresponderían construcciones como el ‘Paseo de las serpientes‘, la ‘Vereda de los siete pecados capitales’ o la ‘Casa de los pericos’.

La atemporalidad arquitectónica es innegable, una liberación formal que da que pensar:
¿Estructuras inacabadas o premeditadas?
Al cruzar el Puente de la Flor de Lis el paso se va estrechando hasta llegar a la ‘Plaza de Don Eduardo’ en la que se erige una flor de 4 metros de altura de colores vivos que recuerda a esculturas de Niki de Saint-Phalle.

Un pasadizo muy estrecho conduce al ‘Palacio de Bambú’, de estilizadas columnas. La ‘Escalera al cielo’, de peldaños que nunca terminan, evoca la obra de Escher, otra de las curiosidades de esta zona privada.


La intervención de Edward James en Xilitla responde a su propia pulsión artística sin catalogarse en un estilo concreto. Bajo mi punto de vista, aunque de alguna manera hay que denominarlo, no es un jardín surrealista.

Es el capricho y la fantasía de un hombre adinerado, con medios e ideas que beben de distintas influencias y vivencias. Es patente la admiración e influjo surrealista, pero también hay elementos que son obra del bagaje en los estilos exóticos que se conocieron en Europa durante el siglo XX.
También se aprecia la influencia de la estancia de Niki de Saint-Phalle en Las Pozas y la obra de Juan O’Gorman por la integración de la arquitectura en la naturaleza y cómo se plasma ésta en la Casa-Estudio del artista donde rescata la tradición mexicana local en la arquitectura.

Desde 2007 la Fundación Pedro y Elena Hernández, la compañía cementera Cemex y la Secretaría de Cultura de San Luis Potosí, unieron esfuerzos para adquirir y asumir la responsabilidad de conservar Las Pozas. A día de hoy es una visita turística y como tal se conserva.
Nunca concebida con este fin, como tantas obras de arte, de las que podemos disfrutar, el proyecto personal de Edward James habla de él, de sus inquietudes, de su fascinación por la naturaleza, los animales, el arte. Su sitio de evasión y recreo, la gran obra inconclusa.
Silvia Pino