BRENT RAY FRASER

Ya lo hemos visto todo en arte, o poco nos quedaba por ver, y no era de extrañar que con las cosas tan absurdas y raras que descubrimos, apareciera un experto del arte en brocha gorda. ¿Obscenidad gratuita, porno light, arte?

No es un visionario en una fase fálica. El artista australiano Tim Patch, conocido como Pricasso, o Uwe Max Jensen, que saltó a la fama tras utilizar la basura para hacer un retrato de Kim Kardashian, le preceden.

La obra de Brent Ray Fraser es polémica, ya no tanto por el contenido, sino por el proceso de creación. Sus performances a veces parecen sacadas de Magic Mike, un tanto absurdas, pero suponemos que en eso radica su éxito. En ver cómo un maromo a parte de moverse y lucir cuerpazo tiene una sensibilidad. Todo le viene tras explorar con su cuerpo como herramienta para la creación de arte, previos trabajos como escultura en movimiento.

Tiene una técnica precisa. Utiliza pintura acrílica a base de agua, ya que la piel del pene, por si no lo sabías, es más delgada y absorbe más rápido. Pero tuvo su miedo y reticencias, tras aclarar con un médico que no era dañino poner pintura en su pene comenzó con los videos. Su pene mide 30 centímetros. Para empezar partimos de que el artista está empalmado y es el momento de la erección cuando trabaja la estampación; pero en algunas ocasiones las temperaturas de los productos y materiales con los que trabaja no siempre son las más idóneas. Esos momentos de falta de motivación son aprovechados para rellenar.

Gracias a vimeo, sus fans crecieron…en todo el mundo. Si bien es cierto que sus videos y obras de arte han tenido una gran aceptación entre el público gay, poco a poco su fama y reconocimiento va en aumento, aunque para ello tenga que sucumbir a la autocensura que se impone en determinadas webs.

La polla del artista ha pintado versiones del cartel de Shepard Fairey ‘Obama Hope’, el retrato de Warhol de ‘Marilyn Monroe’ o la ‘Mona Lisa’ junto con un homenaje ballsy de Damien Hirst. Aparte de ser comisionado durante tres años por Louis Vuitton.

Como performance, también ha sido criticado duramente. En Last Supper, invita a doce personas con él a cenar; símil de la última cena. Acusado de mal gusto por el tremendo parecido religioso. Pero lejos de lo obsceno que puede resultar ver a alguien desnudo, la obra no se centra en la desnudez, sino en enseñar cómo compartir con los más necesitados de Vancouver.