AVATARES Y MÁSCARAS
ARTE #37AVATARES Y MÁSCARAS
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Hemos vuelto a mirarnos a nosotros mismos, hemos regresado al cuerpo pero esta vez con altas dosis de amor propio y sarcasmo. Quien habla de la generación del narcisismo tiene razón, pero reinventarlo para acariciar cada parte del absurdo que nos conforma tiene un punto de humor que atrapa y nos redefine. Nosotros, reinventamos nuestras identidades, o mejor dicho, nos las descargamos.

Me río yo de los avatares que comen aguacate o suben montañas para expresar una falsa felicidad en los tiempos que corren. Becarios precarizados con un futuro prometedor, el de gastar los últimos euros del mes en el brunch deseado mientras pagan mes a mes el smartphone que les asegurara la gloria, un par de filtros y el aguacate parece hasta de temporada.
Mi avatar es más de selfie y egolatría, lo de mirar a cámara sale gratis y eso se agradece, pero el tener la misma cara siempre no vende en la era prima del aceleracionismo. La vida se transforma mucho mas rápido que nuestros rasgos faciales, esas células que parecen no enterarse de qué va la cosa y siguen sujetas a arcaicos ciclos naturales pese a exponerlas a altas dosis de ansiedad, insomnio y vicios nocturnos, aceleracionistas también ellos, pero no tanto.
La cirugía estética a lo Orlan sería una opción pero bien hemos dicho que la palabra gratis es un producto generacional indiscutible y ante esta problemática debemos ponernos serios y reformular nuestras identidades de forma consensuada. Generar esos animales totémicos con los que sentirnos realmente representados.
La carne es vulnerable, blanda y aburrida y puestos a presentarnos ante el mundo preferiría no hacerlo así, como un Bartleby desubicado que reniega de la obsolescencia material de nuestros cuerpos, como aquellos avatares del aguacate que se construían a sí mismos como meros simulacros de un deseo de realidad, de happy-vida, un filtrito sepia dicen. Nuestros nuevos y mejorados avatares, los que encontraron en el low cost el verdadero camino, construyeron su puesta en escena a base de mirarse a sí mismos, de aceptarse desde sus miserias y hacer de estas su nueva revolución.


Me desperté de esa trabajada resaca en busca de ojeras nuevas, arrugas que hicieran recuperar la fe en que algo cambiaba en mi, en que la monotonía no se había apoderado de mi cuerpo y cuando me adentré en los submundos de instagram me encontré siendo un váter y yo…fui feliz, en ese estado dominical nunca nada me hubiera representado de mejor forma, sentí en ese wc, en el que mi cara se desplazaba en lo mas inhóspito de su interior cual mojón recién depositado, la excusa para volver a aplicarme cremas hidratantes y dejar los malos hábitos.
Una nueva vida llegaba ante mí, ante nosotros y todo gracias a Mas.bruh, ese artista, creador de filtros que encuentra en los elementos cotidianos parte de su inspiración, no contento con referenciarse en ellos quiere directamente que nos fusionemos, eso sí es sentir la esencia low cost directa y literalmente en nuestros ojos. No contento con representarnos en un wc, nos acerca al sentimiento de una brocheta, un paquete de noodles, o un huevo frito. Siempre quise saber lo que se sentía siendo un huevo frito.
Él es parte de esos revolucionarios altruistas que nos regalan identidades a la carta, tan solo un simple follow como moneda de cambio nos acerca ahora a ser alguien especial en este mundo hiperconectado, nuevas formas de existir que se reinventan a sí mismas y se imaginan, fuera de lazos sanguíneos con primates en peligro de extinción.
Y siguiendo con la vertiente escatológica con la que comencé aquel domingo de resurrección, Marionbalac supo como plasmar aquello que todos anhelamos, la búsqueda de la representación de ese espejo que mira hacia adentro en busca de encontrar nuestro más sincero yo y nos ofrece una serie de personalidades que pasan desde la mirada directa a cámara con un perro en posición de defecar sobre nuestra cabeza (nos encontramos con la realidad de forma cruda pero sincera) transmutando en un piti o teniendo literalmente la cara como un vertedero.

Corren tiempos de agitación para cámara frontal, tiempos trash pero siempre tiempo de resurrección porque, nosotros si nos reencarnamos nos reencarnamos en bellos y estilizados elfos creados por laforasteraaaaaaaaaa y si amamos a través de los ojos de David Macho, amamos como Albert Rivera ama a Malú. Todo queda dicho y todo por imaginar.

