ARTE EN LA PIEL
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El tatuaje, como disciplina artística, tiene una particularidad que la separa del resto: su soporte esta vivo. La piel, factor identitario y único de cada individuo, se convierte en el lienzo del tatuador. Bendición y maldición a un mismo tiempo, el proceso de ejecución se reduce hasta el umbral de dolor del tatuado, pero el espectro de difusión se amplia allá donde el portador se desplace.

La manipulación del cuerpo implica una “transformación artística del yo” como dijo Rubin ya en 1988. La piel es el nexo de relación con otras personas y en el momento en el que lo modificamos, el sentido del ‘yo’, cómo nos ven los demás, también muta. La alteración del cuerpo se convierte en algo identitario e identificativo. La zona del cuerpo, el motivo que elegimos o el significado que le damos, implica un cambio interior, pero también la visión que el resto puede tener de nosotros.

La popularidad del tatuaje ha aumentado en las últimas décadas. Esto ha hecho que el diálogo con otras disciplinas artísticas aflore, enriqueciéndose mutuamente y dando resultados sorprendentes. Emilio Cerezo es un ejemplo de esto: es pintor, muralista y tatuador. Con una producción bastante oscura en todos sus ámbitos. Su obra sobre la piel, excepto en casos puntuales donde se acerca a su estilo pictórico, dista bastante de su obra sobre otros soportes.
Crajes es otro ejemplo de cómo el tatuaje es un elemento creativo más dentro del imaginario del artista actual. Carla y Jessica, las dos artistas tras este nombre se mueven con soltura entre diferentes disciplinas. Son autodidactas y han experimentado con la animación, ilustración, escultura o pintura. Parte de su obra pictórica muestra a mujeres tatuadas y algunos de sus diseños han sido pasados a la piel.

La figura del tatuador ha evolucionado mucho en los últimos años. A parte de tener que formarse para obtener el título, la sensibilidad y observación de otras expresiones artísticas y culturales, junto con un público cada vez más amplio y plural, ha ampliado las fronteras del tatuaje hasta una experimentación total sobre la piel. Tanto a nivel conceptual como de técnicas las fronteras se amplían y diversifican para adaptarse a cada individuo, para hacer de cada pieza algo único.

La situación actual del tatuaje, por fin normalizado en la mayoría de las esferas, ha venido determinada por la pérdida del miedo a lo desconocido y a lo exótico. Pero sobre todo por un cambio en la espiritualidad, basado en la negación de dogmas bíblicos como que el cuerpo, entendido como creación divina, no debe ser alterado. Que todos debemos ser iguales.
La espiritualidad actual se manifiesta de maneras mucho más personales, alejadas de normativas y escrituras, más cercana a sensaciones y experiencias. Incluso algunos encuentran algo de espiritualidad en el proceso de tatuarse, ven el dolor como una «penitencia» necesaria para llegar a la transformación, para marcar tu piel con un recuerdo, un cambio de etapa, un propósito o simplemente hacerlo más bello.
El significado del tatuaje, o los valores asociados al tatuado, han ido evolucionando. Desde la virilidad y la valentía a la excentricidad o la subversión. La publicidad y la moda han adoptado la figura del tatuado como un arquetipo de rebeldía y autodeterminación, un cliché de la nueva era como podía ser una pareja interracial o un pelirrojo en momentos anteriores. También cabe recalcar que algunos lo hacen con más gusto que otros.

No hay desfile o lookbook sin un par de tatuados, los partidos de futbol parecen convenciones de tatu y los estudios de tatuaje se multiplican hasta alcanzar la cifra de McDonald’s. Se trata de la comercialización del arte, con su doble filo democratiza y normaliza una técnica milenaria de expresión sobre el cuerpo pero a la vez la desvirtúa y transforma en un producto comercial más, arrebatándole su significado simbólico.
¿Qué pensarán ahora aquellos punks que se tatuaron para dar la espalda a la sociedad dominante? Desde luego resulta contradictorio, una técnica que aporta diferenciación y permite modificar la imagen, construir tu identidad individual, convertida en tendencia social generalizada, en un complemento más.
Raúl Cabanes

