6 LUGARES MÁGICOS DE SUDAMÉRICA
OCIO #266 LUGARES MÁGICOS DE SUDAMÉRICA
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Hay lugares en el mundo que, por la razón que sea, resultan imposibles de olvidar para el viajero inquieto. Ya sea por los sentimientos que despiertan, o aquellos que alivian y hacen olvidar a la mente atormentada, estos parajes, muchas veces casi desconocidos, cobran una fama silenciosa entre los amantes de lo diferente. En este artículo trataremos seis de estos lugares, todos ellos situados en Sudamérica, donde todo, ya de por sí, parece brillar más.

ANTIGUO CEMENTERIO DE SAN ANDRÉS DE GILES Situada a unos cien kilómetros al Oeste de Buenos Aires, a orillas del río homónimo, se encuentra la pequeña localidad de San Andrés de Giles, de unos 13.000 habitantes. Fundada a principios del siglo XIX en tierras donadas por la familia Giles, había sido siempre una población apacible. Sin embargo, inevitablemente, la enfermedad llegaría, y, entre 1869 y 1871, la cantidad de personas fallecidas debido a las epidemias de cólera y fiebre amarilla sobrepasó la capacidad de los cementerios existentes en la localidad. La construcción del necesario nuevo camposanto terminaría en 1873, pero poco después caería en desuso. Con el paso del tiempo, la naturaleza haría su trabajo, cubriendo la maleza poco a poco los nichos y los panteones y echando abajo los muros, creando un paisaje que transmite una melancolía muy especial, en mitad de la llanura argentina.
SAN JUAN PARANGARICUTIRO Se dice que el 20 de Febrero de 1943, el día que el volcán Paricutín, (Michoacán, México) apareció y entró en su primera erupción, las campanas de la iglesia del viejo poblado de San Juan Parangaricutiro comenzaron a sonar, mientras el suelo temblaba y rugía bajo los pies de los lugareños, y la lava comenzaba a fluir. Por suerte, todos pudieron huir a tiempo y edificaron un nuevo pueblo (Nuevo San Juan Parangaricutiro) en la antigua hacienda Los Conejos, algo más alejada. Sin embargo, aún le llevaría a la lava un año derrumbar el muro del cementerio que rodeaba la parroquia, y algo más penetrar en ella, dejando media edificación sin cubrir, y el altar mayor prácticamente intacto. La vista resultante es espectacular, y escalar por las rocas de lava solidificada para entrar en la iglesia se ha convertido en un buen reclamo para visitar la zona.


BUQUE DESDÉMONA Quizá no estemos exagerando si decimos que el Cabo San Pablo, en la costa atlántica, lo más meridional de la Tierra de Fuego argentina, es uno de los rincones más maravillosos del litoral sudamericano. En sí, la playa, un paisaje desolador, es ya hermosa, con el viejo faro torcido en uno de sus márgenes y el nuevo al otro lado. Pero lo que realmente impresiona es el buque fantasma que, varado en la arena y cada día más oxidado, parece esperar una marea alta que lo haga flotar y que nunca llega. Se trata del Desdémona (nombre premonitorio quizá) que, cargado de bolsas de cemento, embarrancó en la desembocadura del río San Pablo en una fría mañana del invierno de 1983. Mientras que la versión oficial afirma que el incidente se debió a una gran sudestada, los lugareños aseguran que fue la propia compañía naviera la que habría ordenado al capitán encallar el barco con el objetivo de cobrar el dinero del seguro. Tanto da, la imagen sigue siendo igual de hechizante.
SALTO DEL TEQUENDAMA Existe un paraje en Colombia, en el departamento de Cundinamarca, donde el río Bogotá se precipita 160 metros formando una hermosa cascada. Es una región profunda, cubierta de vegetación e inmersa en una neblina húmeda constante. En 1928 abriría sus puertas el lujoso hotel El Salto, casi colgado en un margen de la hondonada formada por el río. Durante bastantes años sería un lugar tranquilo y agradable, a donde acudían los huéspedes a descansar. Sin embargo, la paulatina degradación medioambiental de la zona debida a la polución del río hizo que cayese en desuso. La mala fama que fue adquiriendo el lugar, elegido por muchos para suicidarse, no mejoró la situación. Actualmente, el edificio se ha reconvertido en un museo, aunque no son pocos los que afirman haber observado sombras extrañas en sus balcones o en lo alto de la cascada…


POTOSÍ De igual nombre que la ciudad imperial de Potosí, en Bolivia, esta población, fundada hace dos siglos y considerablemente grande en origen, se vio completamente sumergida en 1984 por la construcción del embalse Uribante Caparo, de gran importancia para el país. Desalojar a los vecinos no fue fácil, al parecer, y se les ofrecieron tierras y nuevas viviendas para que accediesen a abandonar sus hogares. Si bien en un principio solo emergía del nivel del agua el campanario de la iglesia del pueblo, en la actualidad, debido a cambios en el clima, las extremas sequías dejan al descubierto casi la totalidad de los restos de los edificios, incluyendo el cementerio. El paisaje que se observa en estos casos es, cuando menos, curioso.
FORDLANDIA A principios de los años 30, el magnate automovilístico Henry Ford decidió edificar una población completa desde cero en plena selva amazónica brasileña, con el objetivo de establecer un núcleo de producción de caucho para abastecer sus fábricas. Así, a orillas del río Tapajós (afluente del Amazonas), sus obreros construirían una ciudad completa, siguiendo el modelo americano, incluyendo comercios, bulevares e hileras de viviendas unifamiliares. Sin embargo, la falta de conocimiento de los lugareños acerca del cultivo del caucho y el auge de su versión sintética hicieron que las 20.000 hectáreas de terreno sin cultivar hiciesen perder a Ford una fortuna. Escasos diez años más tarde, la ciudad caería en el abandono, no habiendo sido jamás visitada por el magnate, que temía las enfermedades tropicales.

Sergio García del Amo

