Donostia

Os voy a contar a dónde he llegado, pero primero dejadme estirar las piernas. ¡Vaya viaje lleno de paisajes verdes! He llegado a Donostia (San Sebastián), capital de Guipúzcoa, País Vasco. Ésta ciudad atrae a turistas con su arquitectura ecléctica, su bello paisaje de mar y montaña, su gastronomía y sus eventos culturales de cine y música.

Voy hacia el Hostal Bahía, cercano a la famosa Playa de la Concha, para dejar mis cosas y lanzarme a la aventura. Dando un paseito por la playa llego al inicio del Monte Igueldo. Me han dicho en la oficina de información, que aquí se puede coger el funicular más viejo del mundo para subir. ¡Nunca he montado en uno! A mí, como buen amish, me encanta la carpintería, así que estos vagones de madera me han encandilado camino de una de las mejores vistas panorámicas de Donostia.

 

 

Después de ver la playa desde las alturas, tengo que darle un remojón a mi barba sí o sí. Me quito mi sombrero, mi camisa y mis pantalones con tirantes. Nunca he llevado un bañador tan provocativo ni me he bañado en el mar, ¡qué fresquita está el agua por aquí!

Dando un paseo para secarme, he llegado a la parte opuesta de la playa, la zona antigua de Donostia. Me visto y voy en busca de un lugar para picar. Qué mejor sitio que Munto Bar, un lugar de pintxos como se dice aquí. Este concepto me fascina. Es como una degustación de infinidad de sabores, pero no tienes porqué elegir, ¡porque lo puedes probar todo!

 

 

En esta zona, hay mucho ambiente y comercio. Me he quedado con más ganas de saborear la gastronomía local, y por la calle 31 de Agosto me encuentro con Gandarias, un restaurante que ofrece, aparte de pintxos, una carta extensa de carnes, ibéricos y pescados. He comido muy bien, aunque por esta misma calle he visto una taberna, Dakara Bi, con muy buena pinta y una infinidad de pintxos.

Mientras camino también veo un lugar llamado Atari Gastroteca. Está ubicado frente a la iglesia de Santa María. Es un espacio de culto a la gastronomía y a la vez un punto de encuentro parecido a una biblioteca. Aparte de lugares para comer, hay tiendas chulas, como Pukas Surf. Es una tienda de tablas y trajes de baño, con mucho rollo, para los adictos al surf.

También me ha llamado la atención la tienda Noventa Grados, un lugar moderno lleno de arte y estilo, ¡a mi exnovia Effie le hubiera encantado!

 

 

Cruzo el río Urumea, hacia el barrio de Gros, y echo un vistazo a la boutique de moda vintage Pas si simple. Hay que ver, parece que la ropa amish es tendencia en todas partes.

Este barrio no está tan lleno de turistas. El sol ya está lejano en el horizonte, y las tablas de los surfistas proyectan largas sombras sobre la arena de la playa. Me dio mucha curiosidad el surf cuando estuve en la tienda de tablas, así que me acerco a los jóvenes para que me expliquen un poco de qué va esto. Son muy majos y me explican, pero no me atrevo aún a probar. Les veo surcar las olas y después vamos todos al Lobo bar, donde disfrutamos de deliciosos pintxos y unas cervecitas en un ambiente moderno.

 

 

 

También pasamos por el bar-restaurante Aitzgorri, donde tomamos las últimas en la terracita. Estos chicos son majísimos, ¡me he hecho un montón de selfies con ellos! Ojalá mi tía Freda tuviera Whatsapp para mandárselas.

Ya estamos todos llenos y decidimos tomarnos unas copas en la Gintonería, un bar con más de cien tipos de ginebra y una elaboración minuciosa. La noche acaba genial, me despido de mis nuevos amigos entre risas. Vuelvo a cruzar los preciosos puentes que me llevan de vuelta a mi hostal. Estoy agotado, ¡pero muy contento! Eskerrik asko Donosti.

 

Ilustración:Prisco – Texto:Yulia Z. – Edición de Imagen:Trini Gasanz

 

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