Alicante

Bueno, tengo que decir que el viaje a Alicante ha comenzado muy bien. Voy en tren, un transporte que me ha encantado. Mientras se suceden los paisajes por la ventana voy charlando con Ana y Mario, una pareja que está volviendo a Alicante para pasar el puente. Me han comentado que hay una cala preciosa en el Cabo de Huertas, la Cala Cantalar. Allí hay zonas nudistas y se puede disfrutar del solecito, así que quedamos en ir todos juntos después del desayuno, que tomamos al salir de la estación en Café la Coquette, una cafetería de diseño acogedor y gran variedad de zumos, tartas y elaborados batidos.

 

 

Antes de ir a la cala, nos damos un chapuzón en la Playa de Los Saladares, una playa de casi dos kilómetros de largo y antiguamente un lugar de explotación minera, también provista de zonas nudistas. Yo todos los veranos me los pasaba en el río de mi poblado, saltando desde un árbol al agua y jugando entre los matorrales, pero en estos viajes me han impresionado la inmensidad del mar, el agua salada y el oleaje, sobre todo cuando hemos llegado a esta playa tan extensa de arena dorada.

Para llegar hasta la cala hay que recorrer un gran tramo de costa así que hacemos autostop y un hombre muy majo que vive por esa zona nos lleva hasta allí. El tiempo es agradable y yo no soy nada friolero, así que nos bañamos y charlamos tomando el sol. Estas playas tienen grandes zonas rocosas, y según Mario los naturistas de Alicante acuden aquí para bañarse y disfrutar de la tranquilidad que ofrece.

Después de bañarnos aquí nos tomamos un brunch en Baker & CO, un restaurante de comida saludable y opciones vegetarianas, e interior chulo de paredes de piedra. Después me despido de Ana y Mario, les sigo en Instagram y además he prometido que volveré en verano para las fiestas de las Hogueras de San Juan, que se celebran del 19 al 24 de junio todos los años.

 

 

Ahora doy una vueltecita por el centro. Hay lugares culturales que merecen la pena, como el Museo de Arte Contemporáneo y la sala de exposiciones del Ayuntamiento. Visito el Castillo de Santa Bárbara y después me adentro en el Barrio de la Santa Cruz. Aquí hay mucha vida y está lo más pintoresco de la ciudad, ¡aunque las calas nudistas no se quedan lejos! Tengo ya algo de hambre y encuentro un restaurante marroquí en este barrio tan chulo, La taberna de charly. Está un poco más apartada del bullicio, y el dueño es un hombre muy simpático que cocina increíblemente bien.

También vale la pena visitar el Castillo de San Fernando, pero yo lo que quiero, ahora que se nota el calorcillo de la tarde, es probar la horchata de La horchatería azul, un lugar que sirve horchata, granizados y bollos rellenos. Aquí paso una media horita bien invertida, pues este brebaje está buenísimo.

 

 

Ahora me entran ganas de “tardeo” alicantino y me dirijo al mercado central, más concretamente a la Guapa Vermutería. Según me dijo Ana es lo más para pasar la tarde y es cierto, hay mucha gente y muy buen rollo.

Antes de ir a cenar recorro rápidamente las calles Gerona y Felipe Bergés, que me han comentado están muy bien para ir de compras, y mientras el sol se va poniendo emprendo el camino hacia The October Press, un lugar que rinde culto al arte y sirve deliciosa comida.

 

 

Para acabar, voy a Confetti, un pub con música indie y con base electrónica, tiene mucho ambiente para pasar la tarde y la noche. ¡Estoy animado! Así que aún tengo fuerzas para ir con un grupo de chicos que he conocido en La Mono, local de música indie y rock y Desafinado, un club de música electrónica.

Después de este día tan intenso estoy cansado, pero me voy a la playa, piso la arena fría y me siento a escuchar las olas que arrullan la noche alicantina.

 

Ilustración:Prisco – Texto:Yulia Z. – Edición de Imagen:Trini Gasanz

 

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